Freixenet es un claro ejemplo de cómo una empresa familiar puede alcanzar el liderazgo internacional manteniendo sus raíces y valores tradicionales. Fundada en Cataluña, esta histórica bodega ha sabido conjugar el legado generacional con la innovación y la expansión global. Sin embargo, como muchas empresas familiares de gran trayectoria, también ha enfrentado retos internos, entre ellos una polémica relacionada con la herencia que ha marcado una parte reciente de su historia. Este artículo analiza la evolución de Freixenet como modelo de empresa familiar, sus productos y proyectos, así como las tensiones familiares que influyeron en su rumbo empresarial.
Freixenet: una empresa familiar líder en el mundo del cava
Freixenet nació en Sant Sadurní d’Anoia, Barcelona, a finales del siglo XIX, fruto de la unión entre dos familias vitivinícolas: Ferrer y Sala. En 1914, Pedro Ferrer Bosch y Dolores Sala Vivé lanzaron la primera botella de cava con la marca Freixenet. Desde entonces, la compañía ha seguido un camino de crecimiento continuo, respetando el método tradicional de elaboración del cava y adaptándose a los cambios del mercado.
El éxito internacional llegó especialmente a partir de los años 70, cuando Freixenet inició su proceso de expansión en Estados Unidos y otros mercados internacionales. Esta estrategia permitió que sus productos, como el emblemático Cordon Negro, se convirtieran en sinónimo de calidad y elegancia. A lo largo de su historia, Freixenet ha logrado diversificar su oferta con cavas innovadores, vinos tranquilos, rosados e incluso espumosos italianos.
A pesar de la alianza con el grupo alemán Henkell & Co. en 2018, que dio lugar a Henkell Freixenet, la compañía ha seguido operando con una fuerte impronta familiar. Su modelo de gestión destaca por una visión a largo plazo, el compromiso con la sostenibilidad y una marca sólida, que ha sabido conectar emocionalmente con el público a través de campañas publicitarias memorables, como las famosas “burbujas de Freixenet” en televisión.
Polémica familiar y herencia: el otro lado de Freixenet
Pese a su imagen de éxito y consolidación internacional, Freixenet también ha vivido tensiones internas derivadas de la gestión de la herencia y el control familiar. Estas disputas salieron a la luz a principios de los años 2000, cuando se hicieron evidentes las diferencias entre José Ferrer Sala, presidente de honor de la empresa, y los hijos de su hermano Eudaldo Ferrer, quienes reclamaban una mayor participación en la dirección y beneficios de la compañía.
El conflicto, que acabó en enfrentamientos judiciales, generó una fragmentación del accionariado familiar y debilitó la cohesión interna que había caracterizado a la empresa durante décadas. En este contexto, la entrada del grupo alemán Henkell & Co. en 2018, con la compra del 50% de las acciones, fue vista por algunos como una salida estratégica para garantizar la continuidad empresarial, mientras que otros lo consideraron una pérdida de control sobre el legado familiar.
Este episodio ha sido muy comentado en los medios como un caso paradigmático de los retos que enfrentan muchas empresas familiares: la sucesión generacional, la gestión del patrimonio común y la profesionalización de la empresa. Freixenet, a pesar de estas turbulencias, ha sabido mantener su liderazgo en el mercado del cava, consolidar su presencia en más de 140 países y continuar apostando por la innovación, la sostenibilidad y la expansión internacional.
La historia de Freixenet refleja tanto el potencial como los desafíos inherentes a las empresas familiares: el equilibrio entre tradición e innovación, entre vínculos afectivos y decisiones estratégicas, y entre la preservación del legado y la adaptación al cambio.